Las marchas

Aplaudan, aplaudan no dejen de aplaudir, que el (inserte el adjetivo que se le venga a la mente) gobierno se tiene que morir”.

La Ciudad de México ofrece gran cantidad de opciones para cualquier cosa que uno disfrute hacer, y si a usted lo que le gusta es andar en bola, pasear por las calles, hacer bulla y exigir sus derechos, entonces se encuentra en el paraíso. Aquí hay tantas protestas públicas que basta con elegir la hora y la causa que le acomoden mejor; por ejemplo:

*Martes, 12:00. Marcha en contra de la inclusión de animales en espectáculos circenses.

Convocan: Organizaciones para la protección de los derechos humanos de los animales.

* Martes, 16:00. Marcha a favor de la preservación de la tradición circense. Convoca: Sindicato de Cirqueros Unidos.

Las movilizaciones son una actividad saludable tanto para el manifestante como para la vida pública. Imaginemos que Cenobio Lartundo, un oficinista promedio, asiste a una marcha en contra de la Reforma (inserte aquí la reforma que a usted más le moleste) . Esta acción implicaría que Cenobio conoce un tema de relevancia nacional, que se inconforma ante tal y que está utilizando el espacio público para expresar sus opiniones políticas. Marchar también es benéfico para la salud de Cenobio pues una caminadita y un poco de sol no le viene mal a ningún Godínez. Sin embargo, éste es sólo un supuesto, dado que la mayoría de las movilizaciones se realizan en horarios en que los asalariados no pueden participar sin descuidar su trabajo, y si se enteran de que hubo una es porque ésa fue la razón por la que se quedaron atascados en el tránsito, lo cual muchas veces termina por disipar sus ganas de sumarse a la causa.

Si uno desconoce de qué trata la manifestación, basta con pararse por allí y escuchar las consignas que se están gritando, que por lo regular son breves y en verso para facilitar la memorización. La intensidad y el color de las mismas depende en gran medida de los dotes de animador de quien haya tomado el megáfono; las hay dramáticas: “No has muerto camarada, tu muerte, tu muerte, tu muerte será vengada”. Panfletarias: “Educación primero, al hijo del obrero. Educación después, al hijo del burgués”. Toda ocasión: “De norte a sur, de este a oeste, ganaremos esta lucha cueste lo que cueste”. Poco diplomáticas: “Peña, culero, privatiza tu agujero”.Peña, idiota, privatiza a La Gaviota”. Subversivas: “Policía, escucha, también ésta es tu lucha0”.Policía, idiota, también a ti te explotan”. Incluso musicales: “Aplaudan, aplaudan no dejen de aplaudir, que el (inserte el adjetivo que se le venga a la mente) gobierno se tiene que morir”.

El ánimo de las marchas depende en gran medida del matiz del tema y de la motivación de los manifestantes para estar allí. Los más involucrados por lo general van hasta el frente con los bríos de lucha marcados en el rostro. Tras ellos avanzan quienes se solidarizan con la causa, les afecte o no directamente. Estas personas aún conservan sentido de comunidad y capacidad de indignación, y además tienen interés y suficiente tiempo libre para involucrarse. Este grupo forma el grueso de la marcha pero, aunque juntos se ven muy numerosos, en realidad son especímenes bien escasos. Rodeando a los manifestantes, además de policías, siempre hay un grupo de chismosos cuya asistencia se sostiene en la convicción de que es de gente coolta eso manifestarse. Uno los puede distinguir porque se quedan a los costados de la multitud, preferentemente en una zona con wifi, tan cerca como para tomar fotos y decir que estuvieron ahí, pero a la distancia adecuada para irse a su casa cuando se aburran, se cansen o empiecen los macanazos.

vendedor 2Dentro de la crisis que representa una marcha hay quienes encuentran una oportunidad. Ellos van, no a quejarse ni a tomarse fotos, sino a venderles cosas a los quejosos. Por ejemplo, si uno cometió el descuido de llegar sin algún accesorio que denote cuán indignados estamos, puede acercarse a estos emprendedores y por cinco pesos llevarse una banderita de México de luto. Ellos además tienen olfato para los negocios e intuyen que de tanto caminar a los asistentes les dará hambre y necesitarán que alguien les venda sandwichitos y, para esa sed de justicia, preparan aguas frescas en sabores limón rebelión, fresilla guerrilla y sandía rebeldía.

Ya sea para chismosear o para hacer negocio, esta gente asiste por voluntad propia y seguro se la pasa mejor que aquellos que están obligados a hacerlo, como es el caso de los acarreados y los policías. Los primeros esperan con fastidio a que les pasen lista o les entreguen una torta fría que no compensará las horas de aburrimiento. Por su parte, los policías, aunque no parezca al verlos ahí paraditos, están en el cumplimiento de su deber y les toca firmar de recibido por todas las mentadas que van dirigidas a su gremio. Es probable que la mayoría de ellos no acuda porque les entusiasme la oportunidad de golpear manifestantes, sino porque se les ordena que estén allí para mantener el orden público; que no se les capacite para hacer esto correctamente ya es asunto aparte.

Hay otros que asisten pero nadie se entera que estuvieron allí, como es el caso de los que desfilan hasta el final de la comitiva y su trabajo es barrer los papelitos que la gente va dejando a su paso. También está el caso de los que sí se enteraron de que habría marcha pero no fueron porque estaban demasiado ocupados compartiendo en redes sociales cuán importante es que salgamos a tomar las calles. Mientras todo esto ocurre, en alguna parte de la ciudad hay un pequeño grupo de individuos que sí se enteró que hubo marcha, también conoce perfecto cuál  era la temática y hasta alcanzó a escuchar su nombre entre la rechifla, pero ellos, por obvias razones, prefieren hacerse los desentendidos.

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