¿Somos lectores?

Si uno quiere que  se le note que  es muy docto, más indispensable que leer es comprar libros.

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En estos tiempos en que frecuentemente la realidad se nos presenta en los linderos de la ficción,  uno tiene que estar preparado para ser parte del espectáculo. En el escenario de la sociedad se requiere que seamos, o en su defecto  parezcamos, felices, saludables, altruistas  y en buena medida cultos. Esta imagen de ciudadano moderno se trabaja mediante arduas sesiones de psicología positiva, yoga, selfies,  crossfit y otras actividades que puedan ser compartidas en facebook, para que los demás se enteren de cuánto estamos nutriendo el yo.  De este modo, si uno quiere que  se le note que  es muy docto, más indispensable que leer, es comprar libros.

En una ocasión trabajé de staff en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la misma que se jacta de ser la de mayor importancia de habla hispana. En esta pasarela para le gente cool-ta también hay espacio para la música, el espectáculo y las figuras de televisión. Es tan grande que incluso caben los egos inflados de los autores bestseller, y hasta quedan disponibles algunos rinconcitos donde alcanza a colarse la  literatura. Por los pasillos de la FIL van centenares de personas  buscando no un libro, sino un lugar donde tomarse la foto; compran papitas a sobreprecio y saquean de los stands toda cháchara que sea gratis. Ya cuando se dan cuenta que la feria se trata de literatura, se animan a preguntar por algún autor famoso y compran dos o tres títulos, que de acuerdo a los hábitos de lectura del mexicano promedio, será lo único que leerán en todo el año. Si se percatan de que un autor hará firma, pues compran una obra suya para ir a pedir el autógrafo.

Para estos lectores de portadas de libros, que son más consumidores y menos exigentes, escriben los autores de escaparate, cuya cara uno puede reconocer en los banners de las grandes editoriales. Ellos se  sienten las estrellas no sólo de la feria, sino del firmamento, y van por los salones principales flotando en la  ilusión de su genialidad. Escriben año con año los mismos libros pero con distintos títulos y, aunque no han parado de publicar desde hace décadas, como escritores en lo único que mejoran es en la habilidad para rayar autógrafos mientras sonríen para la foto. Están acostumbrados a las presentaciones fastuosas en las que declaran que en su última obra desnudaron su alma; lo que no dicen es que antes de desnudarla, la pusieron a hacer ejercicio, la perfumaron y le enseñaron a posar de modo en que parezca que no está posando.

Da la impresión de que este frenesí por la lectura no nos ha hecho lectores más suspicaces, sino que ahora existen libros más light. En la FIL vi decenas de ejemplares sobre chismes de la farándula, de la vida de los políticos, que es la forma seria de publicar chismes, de superación personal con recetas exprés para ser más delgado, más listo y más zen, sagas con argumentos tan complejos como el de una telenovela de Televisa, manuales de consejos para mujeres escritos por conductoras de programas de revista y demás contenido sacado de la televisión, ahora explotado en formato de libro.

Sin embargo, ese año la verdadera estrella de la FIL no fueron los escritores, si no la farándula que sin ser escritor publica, y más importante, vende libros. La feria se conmocionó durante la firma de autógrafos de una famosa videoblogger, yuya gracia es ser bonita y decirles a otros cómo pueden llegar a serlo. La firma estaba limitada a 600 asistentes, que es más o menos el mismo número de palabras que contiene su publicación, pero el evento terminó colapsando ante la presencia de miles de personas.

Por azares del destino, yo terminé en medio de las decenas de niñas que no alcanzaron autógrafo. La cosa se puso fea, llanto, rabietas, desmayos y mucho drama adolescente. Pero quienes armaron el mayor escándalo no fueron las niñas, sino sus mamás que  le reclamaban  a la editorial la devolución de su dinero alegando que sin la firma, ¿Para qué querrían el libro? En medio de la rebelión de las púberes, alguien que pasaba por ahí le preguntó a una ellas  de qué escribía esa chica a la que tanto querían ver, “No escribe” dijo, “ella hace vídeos en youtube”. Ironía de la más importante Feria del Libro que en su programa tiene cabida para autores que no escriben y para  público que no le interesa leer.

 

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