Si yo fuera Nina estaría aterrada; y sin embargo ella retoza feliz dentro de una jardinera llena de tierra.
Esta semana estoy cuidando a Nina, una hermosa criatura con patas de rana, cara de ewok y colita de rata. Hace rato salimos al parque le solté la correa y corrimos como salvajes hasta que mis pulmones de escritora me detuvieron… dos minutos después
Nina sonríe. A pesar de que su humana la ha abandonado con una completa extraña, se ve feliz. Incluso es feliz aunque esta desconocida la pasea por la ciudad y la pone en situaciones altamente estresantes para un perro de cerro como ella, tan acostumbrada a convivir sólo con su humana, quien, por cierto, no es mucho más sociable que Nina.
Si yo fuera Nina estaría aterrada; y sin embargo ella retoza feliz dentro de una jardinera llena de tierra. Rápido, como si por primera vez pudiera llevar sus patas al máximo, más y más rápido, como si la estuviera persiguiendo un bóxer cinco veces más grande que ella.
Nina corre hacia mí tan veloz como se lo permiten esas patas que son cortas incluso para ella. El bóxer casi la alcanza y ella tiene que virar antes de llegar a su humana provisional. Huye hacia otra dirección y el bully se echa tras ella. –Sólo está jugando.- Me repito para mis adentros porque no puedo hablar. Ya siento la mitad de la boca paralizada.
Nina ya viene, casi llega pero el bóxer es más rápido que ella. La atropella, ella cae, él sigue corriendo, ella también. Entre la niebla de tierra alcanzo a distinguir una colita de rata. Cargó a Nina, ella por poco se trepa a mi hombro. El perro ahora se para en dos patas tratando de alcanzarla, un pequeño humano se le interpone. –Sólo está jugando.- Me sigo diciendo.
Los propietarios de este vándalo al fin alzan la voz: -Ya Rocky, ¡Ven! ¡Ya déjalas!- “Déjalas”, en plural. Nina tiembla ¿O soy yo? No nos movemos hasta que ese tal Rocky sale de nuestro campo visual. Bajo a Nina, se sacude los kilos de tierra que trae encima y me sonríe. Yo le aviso que regresaremos a casa.
Que divertidas tus historias, me haces reír e imaginar lo que escribes.
Me gustaMe gusta
Mamá-cuervo 🙂
Me gustaMe gusta
Hay un viejo adagio que dice:
Los perros pequeños no son conscientes de su tamaño hasta uno más grande trata de comerlo.
Me gustaMe gusta
Jaja, así ella. Era como un Ewok huyendo de un wookie.
Me gustaLe gusta a 1 persona