Una vez le hice ghosting a un vato porque entró a mi baño y no le bajó. No, no exageré. Dejar un excusado sucio es algo que no debería de pasarte en casa ajena, no debería pasarte en la casa de la morra con la que estás saliendo y mucho menos debería pasarte después de haber dejado evidencia de que tu salud intestinal es más preocupante que tus modales.
Mi ex tampoco se hacía responsable de su mierda. Varias veces encontré el baño sucio en su casa, pero como estaba ciega, sorda y anósmica asumí que los descuidados eran sus roomies, hasta que una mañana -de esas en que despiertas con más dudas que certezas-, mi ex hizo lo suyo y lo dejó allí. Entonces el agua turbia se convirtió en claridad.
Después de años en una relación donde me sentía anulada, incomprendida y menospreciada, ese gesto “accidental” de desconsideración confirmó lo que tenía meses sintiendo; si no podía invertir un segundo en deshacerse de su propia caca, ¿por qué esperaba que dedicara tiempo y esfuerzo en arreglar el cagadero que había entre nosotros? ¿Qué cuidados y atenciones puede ofrecer alguien que ni siquiera tiene la consideración de no dejar a la vista lo peor de sí?
Un baño sucio es un deal breaker, no por el acto en sí mismo, sino porque es la escatológica punta de un iceberg de egoísmo, negligencia y conchudez. Porque si hubiera sido un incidente aislado, quizá habría asumido la responsabilidad de terminar con aquel vato en vez de ghostearlo; y en el caso de mi ex, tal vez guardaría un recuerdo menos desagradable de la última noche que pasó en mi casa.
Pero no. Antes de que se apropiaran de mi baño, también se adueñaron de mi espacio y mis recursos. Como si despertar a mi lado les hubiera dado pase directo a que les hiciera el desayuno, aunque no hubieran ayudado siquiera a cargar las bolsas del mercado. Como si salir conmigo les concediera en automático el privilegio de acaparar cada conversación, imponer qué película ver y elegir de mis palabras solo las que querían escuchar. Como si en una relación bastara con que tomes lo que necesites y des lo que se te antoje, como si las cosas de quien te quiere te pertenecieran por derecho. Como si lo que se ensucia se limpiara solo.
Cuando era adolescente, una vez encontré una perturbadora escena post diarrea-explosiva en el baño de mi casa y mi forma de resolverlo fue llevarle el reclamo a mi mamá. En las indagaciones resultó que aquello era obra de mi papá, quien tuvo un malestar estomacal que lo dejó sin fuerzas para hacerse cargo de sus estragos. Esto lo supe porque mi mamá, después de regresar el excusado a su color original, me hizo llegar una disculpa de parte del culpable, a quien tampoco le alcanzaron las fuerzas para hacerse responsable en persona por las incomodidades causadas.
Como de costumbre, mi mamá resolvió todo el conflicto, dede la limpieza hasta la conciliación; sin embargo, para ella el baño sucio no fue razón suficiente para terminar una relación porque, a diferencia de los otros incidentes aquí narrados, este sí fue aislado. El resto del tiempo las labores en casa seguían el orden que habían acordado, ella lavaba el baño y él siempre tenía la cortesía de bajarle.